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LA PALABRA MÁGICA

Introducción a La Palabra Mágica

Introducción a La Palabra Mágica

Hace ya nueve años que terminé de escribir mi primer novela: "Esencia de Mar", y entre retoques y correcciones transcurrieron otros tres, pero como nunca pensé tomarme un descanso tan prolongado, proseguí con la escritura tozudamente y con el máximo placer. Así es que para el 2000, por voluntad del destino, ya estaba en mi mente y también en los papeles, "Juegos Precarios", una obra en la cual presuntuosamente me proponía exponer, en un solo ejemplo, las dificultades que influencian y desarmonizan la vida ordinaria y que progresivamente se ha ido convirtiendo -pues aún no he llegado al final- en una serie de complejas circunstancias que dan sentido a la vida.

     La causa de semejante transformación puede que nunca llegue uno a conocerla, al menos si persistimos en pensar que lo que hemos escrito nos pertenece. Pero puede pues ocurrir en un lapso de tiempo, en un instante, un momento mágico en la percepción de la obra elaborada, en el cual tomamos conciencia de las fuerzas que nos ayudaron y nos sostienen. En efecto, el conjunto de ideas expuestas terminan siendo la resultante de pensamientos cuyo origen nos resulta difícil de definir.

     Definitivamente, en algunas circunstancias -quizás como esta- la palabra escrita acaba teniendo un germen común, pero oculto a nuestros sentidos, digamos mágico.

     Claro que esta procedencia ofrece la palabra desembarazada de una gramática artificial. No se trata de una palabra que adorna al arte de hablar o escribir bien un idioma, sino aquella formada poco a poco por la vida misma. Lleva en su seno el calor y la fuerza del desarrollo humano, la música, el color y la geometría, la esencia de la creación, en fin... tiene alma y como tal, se hace mágica porque posee el poder de transformarse y de transformar, a pesar que esos cambios no puedan ser percibidos sino con el tiempo.

     Por fin, esta introducción resulta objetivamente destinada a la palabra porque es ella la respuesta al ¿por qué decidí hacerme escritora?. Por ella puedo responder al sutil problema filosófico de transmitir los pensamientos y las ideas y darles el ritmo necesario para que puedan ser enteramente satisfactorios a la digestión del lector, que se ve habitualmente privado hasta las últimas posibilidades de captar mínimamente la esencia de las cosas.

     Por la palabra mereceríamos ser considerados. Ya no por las innumerables incoherencias del idioma. Así, se hace necesario por cierto, que tengamos la amplitud suficiente de comunicarla como manifestación natural del sentimiento y como remoto objeto, sumamente valioso, para asistir al progreso de la comprensión humana.

                                                               Erica Espiñeira

 

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